Ni
siquiera me acuerdo cuando me explicaron que 5 era aprobado y 10 la nota
máxima. ¿Aprobado de qué? Eso sí que me acuerdo que me lo pregunte más adelante.
Desde el primer momento, lo encontré como un instrumento del profesor al cual
no se podía tener acceso. Durante el curso deberíamos averiguar qué era lo que
nos entraría en el examen, y suponer lo que había que poner para pasarlo.
El
objetivo principal de las evaluaciones era pasar, saltar de nivel. No había un
proceso educativo en las evaluaciones, sino de criba, de selección. Todos los
exámenes que recuerdo han sido, en algún grado, estresantes y como colofón el
de selectividad. Ese era el “examen” para el que me prepararon el resto de
exámenes. Ese era el objetivo de mis casetes para repetir lo que ellos
quisieran que pusiera, respuesta correcta o incorrecta.
Exámenes
escritos siempre, siempre con preguntas cortas y desarrollar. O en el caso de
los exámenes orales que pase en Génova
pues habladas y ha convencer al profesor que habías leído los textos. Buscando
siempre una confirmación para el 10 y una decepción para el 1. El único momento
que intuí lo que era la evaluación de competencias (aun sin saber lo que era)
fue cuando me examine en el examen práctico del carnet de conducir.
Era
tan simple como evaluar tu conducción durante un tiempo determinado con tu
examinador detrás y el profesor a tu lado. Evaluación externa y como guía tu
profesor. Una evaluación bastante clara, sencilla y necesitada de conceptos y
práctica. Fue un oasis en el desierto.
El
“yo profesor” me dice que no quiere examinar cómo me examinaron a mí en el
colegio. Aquí es donde recojo todo lo
que hemos aprendido hasta ahora y se pone serio, tengo que evaluar y tengo que
hacerlo por competencias. Quiero que mis evaluaciones sean: pactadas,
previsibles, claras transparentes, coherentes, auto evaluables, coevaluables,
personalizadas, independientes. Y para eso, estoy viendo durante este Máster
que voy a tener que dedicarle muchas horas para conseguirlo. Aquí os dejo un
video de los tipos de evaluación.
En
algún momento de este proceso de aprendizaje a ser profesor he visto el libro
como un soporte que podría estar cerca pero no como protagonista. En la
evaluación no lo quiero ni cerca, quiero mirar a la cara de mis alumnos y
buscar con ellos la mejor forma de evaluarlos. Creo en la evaluación como un
proceso de aprendizaje más. Necesitamos la evaluación para darle más
importancia al contexto y quitar las etiquetas a los alumnos. Os invito a ver
esta charla de M. A. Santos Guerra sobre
evaluación que clarifica mucho lo que yo creo que debe ser evaluación.
No hay una pregunta para todos los alumnos y no hay solo
una respuesta correcta, es bueno mantener el pensamiento divergente de los
adolescentes. Tenemos que hacer que sean creativos (Ken Robinson), educarles a serlo y tener
un pensamiento crítico.
La evaluación es la clave del cambio, en ella tenemos que
ganarnos a los alumnos (no tanto a los padres) y hacer que les haga seguir
aprendiendo. Para nosotros debe ser un análisis para ver lo que estamos haciendo bien y que hacemos
mal. Debemos explicar y volver a explicar a los padres en qué consiste este
cambio. Evaluar sin seleccionar, sino incluir.
Un punto clave de esta evaluación debe ser la zona de
desarrollo máximo, apuntada en la entrada anterior, de Vigotsky. Para
saber donde están los alumnos y donde pueden llegar. El aprendizaje
experimental es individualizado y tiene sus propios procesos. Sus propios estilos cognitivos.
Kolb, 1984 citado en Lozano 2000, pp 71
De aquí extraemos los diferentes tipos de alumnos (Kolb 1983) por sus características:
convergente, divergente, asimilador y acomodador. Con este análisis quiero
dejar claro la diferencia entre los alumnos. Esta diversidad es la que nos debe
motivar a cambiar la evaluación, debemos hacer que los compañeros más avanzados
ayuden y enseñen a los más rezagados porque esto forma parte del proceso
educativo. Proceso educativo que incluye formar a los jóvenes de forma social
para la vida.
No
será fácil y tendremos que luchar contra el currículum y el inmovilismo de la
facilidad de seguir el libro de muchos profesores veteranos. Pero con la
introducción de las competencias en el currículum hay una oportunidad que
nosotros, como novatos, no podemos desaprovechar para poder mejorar el
aprendizaje de los alumnos. Las competencias no se pueden evaluar cómo se
evaluaba hasta ahora así que tenemos que aprovechar esta brecha en el muro. En
la ley ya está escrito1.
Bibliografía
- Zabala i Arnau, Antoni. 11 ideas clave. Como aprender y enseñar competencias. Editorial Graó. Barcelona, 2009.
- Santos Guerra, Miguel Angel. La evaluación: un proceso de diálogo, comprensión y mejora. Aljibe. Madrid, 1993.
- Sanmartí Puig, Neus. 10 ideas clave. Evaluar para aprender. Editorial Grao. Barcelona, 2007
- Zabala i Vidiella, Antoni: La pràctica educativa. Com ensenyar. Editorial Graó. Barcelona, 1995.
- Diez, Román. Aprendizaje y currículum. 256 pp. Ediciones Pedagógicas. Madrid, 1998.